miércoles, 8 de septiembre de 2010


Le dolió tanto cada ratito de destemple, de incertidumbre, de inexactitud, cada lágrima implacable, cada mareo que anulaba, cada desenfreno sin fin, cada giro intenso que giraba… Le dolieron tanto que le hicieron apreciar la anestesia y la calma.

Le dolió tanto cada dolor provocado, cada llanto arrancado, cada abrazo perdido, cada herida abierta a golpe de un cuchillo que él mismo no controlaba… Le dolieron tanto que trajeron un miedo que no se va con el tiempo.

Le dolió tanto que los que eran ya no fueran porque tal vez nunca llegaron a serlo, que eligieran sin que nadie lo pidiera, que juzgaran sin escuchar al juzgado, que condenaran al condenado… Le dolieron tanto que le trajeron un baúl de tolerancia y unas dosis de indolente desengaño desconfiado.

Y ahora que, si le duelen, apenas duelen, aprecia ante todo su paz, su sosiego y a los pocos que, a pesar de todo, le siguen queriendo.

Ahora que aprecia su espacio y quiere su tiempo, aunque se adormezca, se siente tranquilo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pos me alegro de que estés tranquilo.

Oye que ojo azul más guapo, nunca me había fijado a pesar de haber dormido juntos más de una vez. Si es que me acuesto con cualquiera

El inquilino

Anónimo dijo...

donde estas!