Cuando del cien pasa al noventa y baja al ochenta, e irremediablemente traspasa la frontera del cincuenta, entonces, y sólo entonces, se desmorona sin poder aguantar cerca del cuatro.
Y se va al cero. Se cae. Se vacía. Se marea. Y deja de ser ese disfraz de superhéroe contemporáneo sin slip ajustado, para sacar a la luz las cloacas de su personalidad, ésas en las que el hedor le deja sin las fuerzas criptoníticas que le permiten sobrevivir a un mundo en el cual no hay rincón para él.
Así que vuelve a llorar cuando roza el cincuenta y uno para que le agarren antes de tiempo porque el simple hecho de pensar en entonces le quita algunos decimales más.
Y se va al cero. Se cae. Se vacía. Se marea. Y deja de ser ese disfraz de superhéroe contemporáneo sin slip ajustado, para sacar a la luz las cloacas de su personalidad, ésas en las que el hedor le deja sin las fuerzas criptoníticas que le permiten sobrevivir a un mundo en el cual no hay rincón para él.
Así que vuelve a llorar cuando roza el cincuenta y uno para que le agarren antes de tiempo porque el simple hecho de pensar en entonces le quita algunos decimales más.
2 comentarios:
una caña? :-)
No hay caídas, son sólo temblores del suelo, que retumban tan fuerte en la cabeza que ponen patas arriba los cimientos.
Nadie dejará que te caigas, aquí tienes mis manos, por si alguna vez quieres usarlas.
Bss
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