martes, 6 de abril de 2010

Cuando el cigarro se le empieza a consumir observa, con el asombro que le produce no haberse dado cuenta en tantos meses de oficina, que tengo los ojos azules y que las canas me invaden ya sin disimulo.

Aunque pienso que son más verdes o grises y me hacen gracia (mucho más que las incisivas entradas) estos nuevos pelos aún más duros, compruebo que el sol vuelve, tras una hibernación que a mi estado de ánimo se le hizo larga, y vence la penumbra de mis gafas y el oscuro tedio de la maraña que me cubre la cabeza.

Estos rayos me llevan con premura a un pantano con piragua amarilla, y una primera curva a derechas nos presta sus buitres hasta la terraza con mahou frente a la gasolinera. Huele a sexo al aire libre.

El ánimo se excita tanto que Felipe y Raúl levantan sus penúltimas ligas, y Alberto vence nuevamente mis siestas en Alpe D´huez para redimir un mundial de fútbol al que le faltó Bolivia para que yo tuviese ganas de ver perder a un equipo con Carles y Gerar de centrales.

Al cigarro le queda poco, suficiente como para ir sintiendo cerca una jornada reducida en San Mamés o La Pedriza que sirva de aperitivo para la desnudez completa de Culatra.

Y al apurar la última bocanada se me va el estío, pero me agarro a él pensando que, cuando las canas y mis ojos empiecen sus tinieblas, un salto perenne cambiará el Illimani por el Cantábrico para poder echar un pádel a mitad de camino poco antes de que volvamos a estar en Lisboa… esta vez para conquistar juntos el Kruger.

Así que, él apaga el cigarro y vuelve a la oficina y yo vuelvo (huyo) a casa pensando que mi día de trabajo fue más útil que nunca porque regalé una canción.

Será que es el mejor momento para sentir cambiar de nombre tantas cosas y olvidar algunas caras en el cementerio del pasado…

3 comentarios:

Princesa dijo...

Que maravillosa esa canción...

Anónimo dijo...

Oye, que bonito Nachete. Especialmente inspirado. Eso o son las 2 de la mañana y estoy medio sopa...mu guapo

Moi dijo...

¡Qué sortudo! La piragua amarilla a mí se me resiste...