lunes, 14 de mayo de 2012

Hoy que vuelven algunas exigencias con prisa de otra fiesta a punto de llegar y que suena el móvil del trabajo aunque se suponga que dispongo de algo parecido a un día libre, la frente tira de mí para que beba un agua que hidrate su color y comience a llevarme a un verano que se hizo lejano a fuerza de trabajo y compromisos.

Me olvidé del sol y el sol se acordó de mí permitiendo un rato de descanso, de olvido, de relajación extrema, mientras tú insistías en que anoche me observaste feliz (reír). Y la vida debió dejarme otro rato en ese paraíso verde y amarillo, de cerveza, ratos de fútbol y buena compañía.

Porque el alivio de mis pequeñas tensiones no se transformó en otros llantos que me hicieron sufrir por el sufrimiento palpable de quien ha dado su vida en una niña eterna que nos devuelve a la humanidad, pero que también provoca cansancios mucho más intensos y continuos que los míos.

Mi  alivio fue sonreír. Mi alivio fue descubrir dos días de caras amables y divertidas. De caras cómplices que no esperan una orden, una indicación, una respuesta, un castigo o un favor. Mi alivio fue que se hizo de noche y no tenía casi nada que decidir. Mi alivio fue que nadie me miraba ni buscaba excepto para nada.

Y recuerdo tu abrazo de hombre grande y bueno, sin bajar aún del altar y tú y yo sabemos que aunque no nos guste emocionarnos nos llevamos cada uno una lágrima del otro.

Y te dormiste después de pedirme un cuento de fútbol en el que yo sí que marqué el penalti definitivo mientras llovía en un campo de barro de Orcasitas, muy cerca del Jardim dos Professores.

Y en tu taxi de lujo me cambiaste el sitio y me alegraste con otro vóley mientras tus pies sufrían el día después.

Y hoy volveremos a cantar El tiempo y todo volverá a parecer lo mismo. Aunque se haya terminado ese rato de sol y no quede otro remedio que guardarlo perenne en mi memoria.

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