martes, 11 de noviembre de 2008


Ya no está solo en el escenario y hemos cambiado la “L” de La Redacción por este cuadrado con columna (¡qué bueno era para eso Garibaldi!) donde nos apretamos y sacamos hueco de donde no hay. Mi coxis (mi “casiculo”, vamos) y mi rodilla aguantan algo peor que entonces, pero el simple hecho de sentarme en el suelo al borde de escenario me remonta al mismo mes y al mismo año que cuando escucho las primeras frases de la nunca olvidada “La última curva”.

Me saluda una antigua colega de conciertos y copas a la que en un primer momento mi mala memoria no me permite ubicar. Ella me remonta a la misma primavera del 98. Y añoro mucho aquellos conciertos con quienes me enseñaron que otra música es posible.

Semanas de hospital se borran con cada canción y me descubro sonriendo mientras acompaño cada frase. Disfruto pensando que ésta es una de las pocas cosas que han permanecido en mis últimos diez años de vida, y en el rinconcito que hoy me he buscado me recuerdo en aquel mes y aquel año.

Hay músicos (me quedo absorto con el violín en “Pensarán”) y han cambiado la mayoría de las canciones (agradezco enormemente la ausencia de “Pues será”). Ha cambiado la sala y casi todo el público. También quien me acompaña. Sin embargo nada ha cambiado.

Hasta detrás de la cortina.

2 comentarios:

Moi dijo...

Detras de la cortina? Mmmm. Que hay ahi? En fin, me encanta que haya cosas que no cambien nunca nunca nunca. Como... yo, tan maja como siempre, jejeje.

Anónimo dijo...

También la modestia parece ser algo bastante estable... ¡Puñao, maja!