“El sistema obliga a quienes lo integran a adoptar actitudes y conductas que van en contra del propio sistema. Allá el sistema”.
Volaverunt, Almansa esquina Pablo Iglesias. Coca- cola en los veinte (siempre más) minutos de descanso de la jornada laboral. La frase me ha salido así, espontánea, ante alguna queja (actitud) de uno de los compañeros que hoy han compartido mi “desayuno”.
Me he quedado enganchado a esas palabras y he regresado a la cena de ayer.
Él no está de baja. Ahora. Insiste tranquilo en que no piensa trabajar más de siete meses al año, lo cual ya le parece un exceso. Lo dice convencido, alegre, risueño. Sin encararse con el mundo ni con su jefe. No es profesor, así que hay cuatro meses que no cuadran a un nuevo comensal en la mesa que nunca antes escuchó este discurso.
Un par de años atrás una leve depresión se asomó a su casa y fue la clave para convertir la visita al médico en la solución a muchos de sus problemas.
Él parte de que no le importaría que le despidiesen, pero sabe que no van a hacerlo. Su empresa desgastó a muchos compañeros hasta que se fueron, pero despedir, no despidió a nadie.
Así que recordó su primera cita en el centro de salud del barrio, y ahora, con una benévola doctora y cuatro trucos baratos (desaliño corporal por descontado) distribuye al menos ciento cincuenta días al año a su antojo.
El nuevo comensal me comenta en voz baja que quiere ser tan feliz como él, y a mí no me sorprende.
Nadie debe confundirse. No es un rebelde. No es un valiente. No es estridente. No le gusta aparentar. No pasa del mundo. No es un tramposo. No lo cuenta para que lo admiremos. No es un guay.
Simplemente decidió que la vida es otra cosa.
Es generoso. Desde hace tres años espera con paciencia una adopción que nunca llega de Senegal (el sistema). Mañana conocerá al niño que va a tener en acogida durante este verano: para que pueda disfrutar un poco que si no se queda encerrado en una de esas horribles casas.
Él es responsable. Cuida con mimo su alrededor. Su pareja. Sus amigos. Su apartamento. Su madre enferma. El poco dinero que tiene.
Decidió que la vida es otra cosa. Que hay mucho que disfrutar (ahora que tengo cuarenta y tengo ganas y fuerzas) y mucho que dar (la vida no es estar siempre mirándose a uno mismo).
No es ningún filósofo y está en el polo opuesto del adoctrinamiento (es irritantemente tolerante). No. No es rebeldía. Es actitud y conducta ante un sistema que le obligó.
Es feliz.
Volaverunt, Almansa esquina Pablo Iglesias. Coca- cola en los veinte (siempre más) minutos de descanso de la jornada laboral. La frase me ha salido así, espontánea, ante alguna queja (actitud) de uno de los compañeros que hoy han compartido mi “desayuno”.
Me he quedado enganchado a esas palabras y he regresado a la cena de ayer.
Él no está de baja. Ahora. Insiste tranquilo en que no piensa trabajar más de siete meses al año, lo cual ya le parece un exceso. Lo dice convencido, alegre, risueño. Sin encararse con el mundo ni con su jefe. No es profesor, así que hay cuatro meses que no cuadran a un nuevo comensal en la mesa que nunca antes escuchó este discurso.
Un par de años atrás una leve depresión se asomó a su casa y fue la clave para convertir la visita al médico en la solución a muchos de sus problemas.
Él parte de que no le importaría que le despidiesen, pero sabe que no van a hacerlo. Su empresa desgastó a muchos compañeros hasta que se fueron, pero despedir, no despidió a nadie.
Así que recordó su primera cita en el centro de salud del barrio, y ahora, con una benévola doctora y cuatro trucos baratos (desaliño corporal por descontado) distribuye al menos ciento cincuenta días al año a su antojo.
El nuevo comensal me comenta en voz baja que quiere ser tan feliz como él, y a mí no me sorprende.
Nadie debe confundirse. No es un rebelde. No es un valiente. No es estridente. No le gusta aparentar. No pasa del mundo. No es un tramposo. No lo cuenta para que lo admiremos. No es un guay.
Simplemente decidió que la vida es otra cosa.
Es generoso. Desde hace tres años espera con paciencia una adopción que nunca llega de Senegal (el sistema). Mañana conocerá al niño que va a tener en acogida durante este verano: para que pueda disfrutar un poco que si no se queda encerrado en una de esas horribles casas.
Él es responsable. Cuida con mimo su alrededor. Su pareja. Sus amigos. Su apartamento. Su madre enferma. El poco dinero que tiene.
Decidió que la vida es otra cosa. Que hay mucho que disfrutar (ahora que tengo cuarenta y tengo ganas y fuerzas) y mucho que dar (la vida no es estar siempre mirándose a uno mismo).
No es ningún filósofo y está en el polo opuesto del adoctrinamiento (es irritantemente tolerante). No. No es rebeldía. Es actitud y conducta ante un sistema que le obligó.
Es feliz.
Allá el sistema.
2 comentarios:
jajja, buenisima la frase del comienzo que te salió así sin mas
aun mas bueno el final..
mmm, que carajo..
y lo del medio!!
lo cierto es que siempre disfruto leyendote de cabo a rabo!!
mañana me vuelven a enmarronar de campo hasta el luens que viene.
Al menos es en Madrid, en una parcela en mitad de la nada cerca de la terminal 4 de barajas..y ademas parece que no va a llover..
A pesar de que mi jefe solo queria putearme, lo cierto es que las cosas no pintan tan feas jejeje
será que estoy tan quemada que las encajo todas con soberana elegancia...no se...
o quizá será el sistema
allá él... ,-P
EXCELENTE BLOG. FELICIDADES.TE INVITO AL MIO kuban.over-blog.es
GRACIAS.
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