miércoles, 8 de octubre de 2008


Se empeñaron. Ahora comienzan a hacerle menos falta pero los quiere más que antes. Más que nunca. Igual que quiere menos a los que no pusieron ningún empeño.

Se empeñaron en comprenderlo, en cuidarlo. En aguantar lo inaguantable. En abrir los brazos, en no cerrarlos nunca. En no esperar nada.

Se empeñaron.

Si acaso, como única recompensa, recibieron disgustos, lágrimas, incoherencias, dolor.

Pero se empeñaron.

Alguno se empeñó en gastar dinero en pañuelos de papel de los “chinos” de Pinto. Otra lo llevó en su coche y aguantó un colchón en la cola del Ikea. Alguien puso 7000. Además de 11000. Algunos llamaron sin falta cada vez que vinieron. Hubo quien convirtió la Puerta de Toledo en ratos de calma. También quien lo invitó a la folixa aunque nunca fue. Alguna le ayudó a limpiar a cambio de arena, a cambio de nada.
Se empeñaron. Él no quiso, no hizo. No pudo.

Pero se empeñaron. Sus brazos se empeñaron y no se cerraron jamás.

Ahora que quiere, ahora que cree poder, lo hace, lo hará. Los quiere. Los querrá. Por todo. Porque se empeñaron.

1 comentario:

Gaia dijo...

La gente solo suele empeñarse en lo que merece la pena...
abrazo enorme