Este número 15 que hoy vuelve a ceñirse (ahora más que entonces) a mi espalda, ya lo hacía hace dieciocho años. Me acompañó al comienzo de una artrosis que por aquel entonces sólo fue el primer episodio del dolor (físico) más profundo que nunca he sentido. Recuerdo el bache en el campo de tierra, la banda derecha y un partido recién comenzado contra un filial del Atlético de Madrid.
Recuerdo al médico que me dijo que, a los treinta, o prótesis o silla.
Él está en su casa poniéndose el 1 y unos pantalones llenos de agujeros de cemento. Ha pasado de recoger diez balones por partido a involucrarme en que sea el zamora de Arganzuela.
Se lo debo.
Me perdonó el extraño carácter que me acompaña (no sé si tal vez desde aquella soleada tarde de Retiro, desde aquella consulta traumaToilógICA o desde que el mundo me soporta hace ya tanto tiempo). El caso es que me perdonó. Mi ego. Mi soberbia. Mi independencia dependiente. Mis reafirmaciones absurdas.
Y un día quiso, pese a haber sido humillado sin necesidad, rescatarme. Y volvió a creer en mí incluso lo que yo ya no creo. Y le quiso demostrar a aquel señor de bata blanca que el 15 camina, aunque ahogado, sin hierros y sin ruedas.
Así que ando dejándome los pulmones y los injertos por tapar los pocos agujeros que él regala al descubierto.
Se lo debo. Tal vez me haya vuelto más humilde. Tal vez sea la forma de pedirte el perdón que nunca escuchaste, portero, zamora, compañero. Cero a cero.
Él está en su casa poniéndose el 1 y unos pantalones llenos de agujeros de cemento. Ha pasado de recoger diez balones por partido a involucrarme en que sea el zamora de Arganzuela.
Se lo debo.
Me perdonó el extraño carácter que me acompaña (no sé si tal vez desde aquella soleada tarde de Retiro, desde aquella consulta traumaToilógICA o desde que el mundo me soporta hace ya tanto tiempo). El caso es que me perdonó. Mi ego. Mi soberbia. Mi independencia dependiente. Mis reafirmaciones absurdas.
Y un día quiso, pese a haber sido humillado sin necesidad, rescatarme. Y volvió a creer en mí incluso lo que yo ya no creo. Y le quiso demostrar a aquel señor de bata blanca que el 15 camina, aunque ahogado, sin hierros y sin ruedas.
Así que ando dejándome los pulmones y los injertos por tapar los pocos agujeros que él regala al descubierto.
Se lo debo. Tal vez me haya vuelto más humilde. Tal vez sea la forma de pedirte el perdón que nunca escuchaste, portero, zamora, compañero. Cero a cero.
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